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miércoles, 18 de febrero de 2009

Parque de la Taconera de Pamplona


Aunque para muchos Pamploneses parezca una obviedad y dado que dentro de poco el señor Invierno nos abandonará dando paso a una explosión de colores, olores y vida, no puedo dejar pasar la oportunidad de hablaros de este singular lugar tan accesible y tan al alcance de todos.
El nombre de “Taconera” es muy antiguo. Data, por lo menos, del siglo XIII y parece ser que hace alusión al hecho de que este lugar se hallaba en las afueras de la ciudad de Pamplona. Su origen no está claro y puede venir del vascuence o incluso del romance donde haría alusión a los “tocones” de los árboles.
Se puede decir que su trazado se ha ido modificando con el paso de los siglos. Así pues, en el S.XVI cuando se construyen las murallas modernas, la Taconera queda dentro de ellas pero sigue denominándose igual. Hasta el S.XIX la Taconera incluía el actual Paseo Sarasate y otras calles colindantes.

El parque de la Taconera se mantiene como un pequeño pulmón abierto en el centro de la ciudad. Un lugar de esparcimiento y regocijo para la vista y los sentidos que esconde pequeños rincones románticos (de hecho es usado frecuentemente por los fotógrafos de bodas) y que a su vez alberga una interesantísima variedad de vida animal y vegetal. El interés ornitológico es indudable y a los cientos de especies que pueblan los fosos y sus “ lagunas” hay que añadir una variedad impresionante de aves que viven en su entorno. Es un lugar donde el aficionado a la ornitología disfrutará a partes iguales observando tanto a los habitantes “introducidos” en el parque como a los pobladores que visitan sus monumentales árboles haciendo de ellos sus casas y despensas.
Como puntos de interés señalaré, por un lado los tres Portales que dan acceso al parque y ya, en su interior, los monumentos dedicados a Don Julián Gayarre, tenor navarro, Don Hilarión Eslava, músico navarro, el monumento a Teobaldo II de Champaña, Rey navarro de la casa de Champaña, La “Mariblanca” y las propias murallas con sus Baluartes.

El Portal de San Nicolás, actualmente situado en la calle del Bosquecillo, es una de las seis puertas que antiguamente daban acceso a la ciudad a través de sus murallas. Su ubicación era la Avenida de San Ignacio. Es de estilo barroco (1666) hecho en piedra caliza.
Traspasándola nos adentramos en un entramado de parterres y jardines donde los grandes árboles flanquean una amplia avenida que nos conduce directamente hacia el monumento a Don Julián Gayarre. Se trata de una enorme escultura que es, además, fuente y estanque, coronada por una figura del tenor navarro. Como otras tantas obras en Pamplona, fue creada por el arquitecto Víctor Eúsa y por el escultor Frutuoso Orduña en 1950. En ella podemos apreciar al tenor roncalés ataviado como en la obra “El pescador de perlas” que es la ópera que estaba interpretando en Madrid en 1889 y en la cual perdió la voz y murió un mes después.
Antes de llegar a ella nos encontramos con otra escultura. La dedicada al músico Don Hilarión Eslava. Esta escultura también tiene su historia. En un principio estaba dedicada al violinista Pablo Sarasate pero en 1964





se cambió el busto de este por el de Hilarión Eslava.
El busto de Sarasate fue a parar a la fachada del conservatorio de música que lleva su nombre. La curiosidad es que las partituras que adornan la peana siguen siendo de obras del violinista.
Andando sobre nuestros pasos se encuentra la emblemática “Mariblanca” tan querida por muchos pamploneses. En un principio esta escultura coronaba la fuente de la Beneficencia, que era una de las cuatro fuentes de Pamplona que fueron diseñadas por el pintor madrileño Luis Paret, y estaba situada en la Plaza del Castillo en el lugar donde actualmente se alza el “Quiosco”. Cuando la fuente fue destruida, la “Mariblanca” pasó a formar parte del jardín de la Taconera. Al fondo de dicha avenida se encuentra el imponente Portal Nuevo con sus almenas que conecta el paseo de Ronda con la Taconera. Por debajo transcurre la Avenida Guipuzcoa o Cuesta de la Estación, que es la vía que se dirige a Vitoria y San Sebastián. El portal se construyó por orden de Felipe II pero fue destruido en 1823 y reconstruido en el S.XX por Víctor Eúsa. Desde aquí, desde el Baluarte de Gonzaga, disfrutamos de una magnífica vista con el monte San Cristobal al fondo.
Paseando en paralelo a esta avenida nos asomamos con descaro al día a día de los muchos pobladores de los fosos. Como pieza central, territorio indiscutible de los cérvidos de la Taconera, se eleva la llamada “Media Luna de Gonzaga” o de “san Roque”. Este promontorio coronado por dos inmensos árboles es terreno habitual de los ciervos, cabras, pavos reales, grajillas y muchos otros individuos que hacen de él su atalaya particular. Siguiendo nuestro recorrido llegamos a otro punto de interés, el monumento a Teobaldo II de Champaña. Se trata de una sección de una arcada gótica proveniente de un monasterio que hubo en Marcilla y que en 1934 fueron colocados para celebrar el VII centenario del rey Teobaldo II.
Desde este privilegiado mirador nos asomamos a los fosos que respiran vida por cada uno de sus rincones. El paseo continúa mientras observamos a las diferentes especies de anseriformes, columbiformes, galliiformes, etc… que, indiferentes a nuestros objetivos y a veces recelosos elevan su mirada desde los estanques y praderas. Llegamos a un nuevo portal, el llamado Portal de la Taconera, muy parecido al Portal de San Nicolás y construido en la misma fecha que este. Su antigua ubicación era la misma que ocupa hoy, cerca del Parque de Antoniutti, pero al destruirse las murallas en 1905 este también fue destruido y fue reconstruido en 2002. A su izquierda se encuentra el Baluarte de la Taconera que cobija a sus pies otro estanque repleto de aves acuáticas (Cisne negro, Ánade real, Porrón moñudo, Ganso de Nilo, etc...).
Como ya he dicho, el interés faunístico no se limita tan solo a los fosos y sus habitantes. Qué duda cabe que gallos, Conejos, Patos, Ocas y Ciervos hacen las delicias de todos, pero en los árboles y jardines de sus alrededores la vida fluye en un constante canto de diferentes especies tan curiosas como Pico picapinos, Agateador común, Carbonero garrapinos y común, Picogordo (Invernante), Tórtola turca, Reyezuelo, Mirlos, Verdecillos, Verderones y un largo etcétera. Así pues, está claro que no podemos dejar pasar la oportunidad para observar estas aves en un entorno hermoso y donde parece, se encuentran más relajadas y habituadas a nuestra presencia. No olvidemos a los habitantes nocturnos como Nóctulos o Autillos…
Espero que hayáis disfrutado de la descripción, un tanto ligera pues el lugar requeriría de un libro para poder explicarlo a conciencia. No dudéis en pasear por sus murallas plagadas de historia y disfrutar con la febril vida animal que la Taconera nos obsequia a dos pasos de casa.

Imágenes.




Salu2