Navarra al Natural

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martes, 28 de julio de 2009

Opinión. A vueltas con el fuego.


Otra vez llega el verano y con él las altas temperaturas y las tormentas y los rayos y algún que otro chalado y especuladores, etc, etc... y con todo esto de nuevo aparece en nuestros queridos montes el tan temido fuego. Está claro que las normas básicas que podrían evitarlo están lejos de ser cumplidas por la inmensa mayoría. Esto, unido a la "masificación" de visitantes que pueblan senderos, lagunas, bosques, etc... en estas fechas hace inevitable el desastre. Muchas campañas de sensibilización se han hecho y se harán al respecto pero mientras la justicia no actue, mientras la prevención no sea algo palpable y aumente el número de los que antaño se denominaban guardabosques, mientras la educación no prevalezca sobre la desidia hacia el Medio Ambiente... no tenemos nada que hacer. El ser humano genera basura allá por donde pasa. Esa basura, en muchos casos es recogida por buenasgentes, amantes sin nombre de la Natura, conocedores del riesgo que entraña no ya solo hacia la Madre Tierra sino también hacia nosotros mismos. Hay quién aún parece no darse cuenta de que vivimos en un habitat que va mucho más allá de las ciudades con sus comodidades y tecnologías punta. La naturaleza ha formado, forma y formará parte de nuestro habitat nos guste o no y la convivencia con ella es vital para el ser humano. Esto que estoy diciendo es de primero de Primaria pero se ve que a alguno se le ha olvidado por completo. Luego vienen las lamentaciones, claro. Tropecientos desalojados por un incendio en la sierra de tal, casas y propiedades calcinadas por el fuego, cosechas perdidas, millones de euros en pérdidas y , lo que es peor, la muerte de personas que, en su mayoría, suelen ser aquellas que van a combatir ese mal. Nuestros bosques, esos que durante el resto del año muchos sólo los ven por la tele o en alguna bonita presentación de PowerPoint que circula en cadena por la red, están ahí para beneficio y cuidado nuestro. Ellos nos dan vida y ¿qué reciben a cambio?. No se puede ni se debe poner puertas al campo, sería absurdo, pero sí se puede sancionar a todo aquel que incumpla unas normas básicas. A nadie se le ocurre ir al museo del Prado a "flasear" un Murillo o un Velázquez... Es cierto que los bosques se replueblan normalmente después de un incendio pero no nos damos cuenta (algunos sólo ven algo verde) que esas repoblaciones suelen ser "parches" que hacemos para engalanar algo que nos afea el paisaje. Se pierden especies autóctonas de árboles, plantas, aves, insectos, etc... pues todo constituye un uno y al reemplazar una de esas partes (en este caso las especies arbóreas y arbustivas) estamos rompiendo esa simbiosis, esa cadena vital. No se trata de ser ecologista o no. Se trata de nuestra propia supervivencia. Como ya he dicho, esta va más allá de las bonitas ciudades y pueblos. La naturaleza nos provee de alimento, abrigo, salud, bienestar y tantas otras cosas sin las que muchos no sabrían vivir. Es nuestro deber cuidarla pues será siempre en beneficio nuestro el hacerlo.
Existen cientos de manuales para aprender a "comportarse" en la naturaleza pero el mejor de todos es nuestra propia lógica. Nadie tira un cigarrillo sin apagar debajo de su sofá o a las cortinas de su salón. Nadie enciende una fogata en medio del cuarto de calderas de su comunidad, nadie pone "trampas" para atrapar al gato del vecino por el mero hecho de verlo de más cerca... La educación no se deja atrás, en las casas, cuando uno sale al campo!
Seamos conscientes de lo que nos jugamos. Un simple gesto puede ser la variable que altere todo.
Al menor indicio de presencia de fuego avisemos a las autoridades. Recojamos nuestra basura. Evitemos tener malos hábitos porque creemos que nadie nos observa. Seamos consecuentes!!!
Prevenir antes que lamentar es, sin lugar a dudas, lo más razonable.
Como se decía hace algún tiempo... TODOS CONTRA EL FUEGO!!!No es más bonito así???
Salu2

martes, 21 de julio de 2009

Aves acuáticas de nuestros ríos III. Ánade Real o Azulón.


Posiblemente, de todas las aves que habitan nuestros ríos, el Ánade real o Azulón ( Anas platyrhnchos )sea la más conocida por todos nosotros, sobre todo el macho de la especie por su inconfundible cabeza azulada y a veces tornasolada según la luz y la época del año. Podemos encontrarlas en prácticamente cualquier río o zona húmeda pues su habitat es de lo más variado a excepción de ríos de corrientes rápidas o de alta montaña.
Su presencia siempre es sinónimo de tranquilidad, quiero decir, en un río alborotado o en algunos momentos "demasiado" humanizado será difícil verlas pues se muestran desconfiadas y son las primeras en huir ante la presencia humana. No ocurre lo mismo cuando están en lagos de parques de las ciudades donde se muestran indiferentes y a menudo se acercan mucho para conseguir un pedazo de pan.
El cortejo de estas aves comienza en otoño y siempre es interesante observar las peleas y persecuciones que varios machos realizan para conseguir una hembra. A primeros de año, las parejas ya consolidadas se marchan a sus lugares de nidificación para intetar sacar adelante una puesta que suele oscilar entre los 9 y los 12 huevos de un tono verde grisáceo pálido que después de unos 28 días de incubación (solo por parte de la hembra) eclosionan en un estallido de patitos que seguirán a la madre allá donde vaya.
Como otros ánades, en plumaje de eclipse, una vez acabado el celo, el macho se vuelve muy parecida a la hembra. Esta especie es fácilmente identificable por su espéculo azul púrpura de borde blanco (esa mancha azul que queda visible en los flancos del ave). Queda ensombrecido su estatus salvaje pues durante mucho tiempo fueron criados y deliberadamente liberados para la práctica de la caza.
Su alimentación consiste en pequeños invertebrados acuáticos, semillas, raíces, brotes y vástagos vegetales y granos de aguas someras.
Es el pato, probablemente, más extendido y como he dicho más conocido. Pertenece a la familia de las anatidae y al orden de los anseriformes. De una longitud media de 60 cm, envergadura de 90 cm y un peso que oscila entre los 75 gramos y el kilo y medio. Su longevidad puede llegar a alcanzar los 25 años. Cada vez más extendida por su fácil adaptación al medio.

Salu2