

Entre el trajín y el ajetreo diario pasan desapercibidos perdiéndose sus cantos en la vorágine automovilística con sus rugientes motores, radios y los claxon sonando sin parar. Pero, cuando escapamos a ese jaleo, nos abstraemos de escuchar esa polución acústica, una mañana cualquiera del invierno que ahora entra, un domingo cualquiera en el que la vida parece pausarse entumecida a causa del frío podemos disfrutar de sus cantos y vuelos que, ahora sí, se elevan por encima del habitual ruido callejero y son audibles y visibles en casi cualquier punto de la ciudad donde haya un parque, una zona mínimamente arbolada, de nuestra ciudad. Jardines que adornan entradas a portales con algún que otro arbolillo o arbusto y en algunos lugares con árboles de cierto porte enmarcados por setos y zonas ajardinadas son lugares propicios para su observación y nuestro deleite. Las pequeñas aves vuelan de árbol en árbol, de seto en seto buscando alimento, absortas en la mayoría de las ocasiones en sus quehaceres propiciando así el disfrute de su observación. No es necesario acudir a grandes parques como el de la Taconera, no. Casi en cualquier punto donde haya un árbol encontraremos a estas simpáticas aves. Que duda cabe que en parques mayores como el anteriormente mencionado de Pamplona, o el Parque de Barañain o el Parque del Mundo de la Chantrea las ocasiones y número de especies se multiplican. Pero yo me quiero referir a esas minúsculas zonas verdes que proliferan por toda la ciudad. Incluso en pequeñas formaciones de árboles que están situados en fila en cualquier calle podemos observarlos! Es genial.


No cabe duda de que el rey indiscutible por número de efectivos es, sin duda, el Gorrión común (Passer domesticus) seguido muy de cerca por la Paloma. Pero una infinidad de avecillas pueblan nuestras calles escapando a los ojos inexpertos de la mayoría. Pero ahí están. Petirrojos, Mirlos, Carboneros, Herrerillos, Mosquiteros, Lavanderas, Pinzones, Colirrojos, Jilgueros... viven entre nosotros y el invierno es una época ideal para poder observarlas. Las ramas aparecen desnudas de sus verdes vestiduras y permiten su rápida localización. No abundan los setos en los que se conserven las bayas así que los que las mantienen son asiduamente visitados al igual que árboles que aún en estas fechas son fuente de insectos, larvas, mosquitos y algún que otro fruto.


Estos son solo algunos ejemplos de la avifauna que podemos encontrar en la ciudad en invierno pero no quiere decir que sean las únicas aves existentes entre nosotros en estas fechas. Siempre hay sitios, digamos, especiales donde pueden observarse otras especies quizás menos comunes a estas.

Gocemos de su presencia entre nosotros. Hay gente privilegiada que vive en una casa con un pequeño jardín donde, con poco esfuerzo, pueden optar por aportar un extra de alimento a estas bellas aves durante el frío invierno y disfrutar en su propia casa de su observación.
Aguzad los oídos y la vista porque están ahí y su canto alegra las mañanas y los atardeceres. Tan sólo hay que prestar atención.
Aguzad los oídos y la vista porque están ahí y su canto alegra las mañanas y los atardeceres. Tan sólo hay que prestar atención.


Salu2